miércoles, 23 de mayo de 2012

La Nación publicó:

                                              Miércoles 09 de mayo de 2012 | Publicado en edición impresa
Unipersonal

Todo verde

Una impecable reconstrucción de un hecho zurcido por la magia de lo simple
Por Alejandro Cruz  | LA NACION



Texto: Santiago Loza / Intérprete: Maria Ines Sancerni / Vestuario y ambientación: Monica Raiola / Diseño de Luces: Matias Sendon / Diseño sonoro: Federico Zypce / Dirección: Pablo Seijo / Funciones: jueves, a las 21 / Sala: Elefante Club de Teatro (tel.: 4861-2136) / Duración: 60 Minutos
Nuestra opinión: muy buena
El personaje de la costurera de Nada del amor me produce envidia (¡qué buen título, por favor!) podría vivir a la vuelta de la casa de la repostera de Todo verde. Seguramente -por cuestiones de personalidad, de manejo de la timidez o por cuestiones de autoestima- apenas se mirarían de reojo. Parece ser que el mandato social pueblerino las hace vivir -casi- en penumbras. A las dos la llegada de otros seres (casualmente, "mujeres de mundo") les provoca algo que parece apagado en ellas: la inquietud. Las dos son criaturas de Santiago Loza, ese hábil constructor de historias mínimas, sensibles y de pliegues insondables que, en los dos espectáculos, llegaron a las mejores manos para que estallen de sentidos en pequeños espacios teatrales.
En Todo verde el universo retratado parece estar teñido por lo simple: el relato, el contenido gesto de correrse la solera floreada para que no se le vean las rodillas, la luz que entra del patio en donde está sentada ella, ella, la luz que entra a la habitación, la habitación. En ese micromundo todo es pequeño, austero. En realidad, tampoco. Hay un loro que sólo maneja el registro de la estridencia y que se lo pasa diciendo guarangadas. En realidad, hay otro detalle no menor: la llegada de una tal Claudia. Claudia es la nueva vecina que, una tarde, cruza hasta su casa. En su casa -por tradición, por costumbre, por rutina- ya son tres generaciones las que preparan tortas de comunión y de quince que se convierten en el centro del salón parroquial. Pero, claro, ese estrellato es efímero y no hay fotos que recuerden a quien preparó la torta. La llegada de Claudia altera ese estado de las cosas. Más que eso: modifica su cuerpo. Más todavía: "Yo no era nada viva antes de la Claudia, es más, yo era una muerta". Eso lo dice ella.
Por esa zona del encuentro transita Todo verde entre siestas, entre comentarios que bordean el chusmerío, entre algo que -de tanta admiración- podría llamarse amor, a secas. Durante los casi 60 minutos que dura el monólogo ella habla. Podría ser un monólogo interno dialogado o podría ser una confesión nacida de las entrañas un cuerpo que, hasta la llegada de su vecina, no sabía lo que era el deseo. Lo que sea toma cuerpo y conmociona. La conmoción será la del final (pero ése es otro cuento que no merece ser contado).
Hay otro nivel de relato en todo esto: la precisa manera que María Inés Sancerni tiene de darle vida, cuerpo, deseo, contención, furia y timidez a esa mujer que, una tarde, descubre que la línea del horizonte que observa desde su ventana no es el fin del mundo, ni la de su mundo, ni la de su propio cuerpo. Como lo ha demostrado ya en tantos otros trabajos, lo de Sancerni es un lujo para la emoción del espectador. En este marco, en esta precisa foto, Matías Sendon ilumina el relato. No sólo porque él, en términos formales, sea el iluminador de la obra; sino porque sabe desvestir el lugar al máximo hasta lograr que se expandan las sombras, los pliegues de la solera, el atardecer y las múltiples proyecciones de su perfil sobre paredes blancas (bien blancas) y vacías (bien vacías) que despojó Mónica Raiola.
Todo verde cuenta con dirección de Pablo Seijo. "Mi estrategia como director es volverme invisible", dice él. Sin embargo, se ven sus hilos (y se agradecen) como hábil conductor de los simples (y radicales) momentos que nutren a un cuento cargado de infinidad de lecturas. Como marco, texto y pretexto se desteje una historia que ella no hubiera querido contar, que nadie debería contar, que ella hubiera decidido guardar pero que, ahora, ya da igual. En verdad, esto último lo dice ella. Ella, la que un día asume una inquietud silenciada sin medir costos, sin medir consecuencias porque ya está cansada de ser simple (esto último, también lo dice ella)..
 
Disponible en: http://www.lanacion.com.ar/1471565-todo-verde 

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